Por ROBERTO G. CASTAÑEDA
Mucha expectativa, mucho presupuesto, harta publicidad… y demasiada gente decepcionada. Así se puede resumir el estreno de Selena: La serie. Hasta Jennifer Lopez recomendó que estuviéramos pendientes, pero la verdad es que aquí no vamos a cometer ese error.
No la vean, no pierdan su tiempo valioso. Bueno, sólo los que son fans verdaderos de Selena Quintanilla permanecerán hasta el final de esta producción de Netflix y sólo por el cariño que le tienen a la cantante fallecida trágicamente. Los demás se irán quedando en el camino, en el primero, acaso en el tercero o chance hasta el cuarto capítulo cuando se den cuenta que ya tienen sueño.
Selena: La serie es un producto ambicioso que se queda a medio camino, que no atrapa ni es tema de conversación. Es plana, ñoña, sin picos dramáticos ni momentos climáticos que enganchen al espectador.
La directora mexicana Hiromi Kamata logra algunos aciertos, pero son contados: como las escenas de conciertos o sacarle partido al carisma de la protagonista Christian Serratos (The Walking Dead). De hecho, la actriz de origen mexicano logra una notable personificación, gracias a sus dotes actorales. Pero no alcanza para mantener el interés. Bostezo, bostezo.
Lamentablemente, pese a que la ambientación y el vestuario son destacables, en general esta bioserie es malita. Si la hubiera hecho Televisa, apuesto a que el resultado no sería tan blando, tan insaboro, tan incoloro. Una telenovela está mejor condimentada. Y eso quizá no es culpa de la directora Hiromi Kamata, sino del hecho de que los productores ejecutivos sean Abraham Quintanilla y Suzette Quintanilla (padre y hermana de Selena), lo que genera ciertas restricciones y también complacencias.
No extraña entonces que a ratos parezca que la serie se centra demasiado en Abraham Quintanilla, en su papel de impulsor de Selena o en el rol patriarcal que jugó para que el grupo de sus hijos (Selena y los Dinos) los sacara de la pobreza.
Debo admitir que tengo una cierta inclinación por las bioseries. Hola soy Roberto y soy adicto a las bioseries. Bueno, estoy exagerando, no es propiamente una adicción. Es una genuina curiosidad por conocer los claroscuros de las figuras públicas, a través de un libro, una película o serie.
Por ello es que he visto las bioseries de Juan Gabriel, Lupita D’alessio, José José y por supuesto Luis Miguel. Unas interesantes, otras medianas, alguna tirando hacia abajo, pero ninguna tan aburrida como la de Selena.
Así que sobre advertencia no hay engaño. No es atractiva, no atrapa. Selena: La serie no funciona. Úsese sólo como un somnífero, en caso de que le cueste conciliar el sueño. A mí me sirvió un par de veces y sólo desperté para apagar el televisor.
