Vikings: un poema escrito en el lenguaje del horror

Por ANDRÉS TAPIA

Michael Hirst se inició como escritor y guionista a finales de la década de 1980 y en la de 1990 su talento llamó la atención de la industria fílmica: primero tímidamente con Meeting Venus (István Szabó, 1991) y más tarde y de forma contundente con Elizabeth (Shekhar Kapur, 1998), un drama histórico-biográfico en torno a la reina Elizabeth I que fue personificada por Cate Blanchett

En otras circunstancias la carrera de Hirst tendría que haber despegado en el cine de manera definitiva y, sin embargo, no lo hizo. Pese a la buena recepción que tuvo Elizabeth, Hirst desapareció cuatro años y en 2002 regresó con el guión de The Young Casanova y tres años después con uno relativo a la vida del papa Juan Pablo II, ambos para películas exhibidas en televisión.

Las dos cintas pasaron con más pena que gloria pero dieron constancia de algo: debido a su formación académica a Hirst se le daban bien las tramas históricas. Por ello fue en que en 2007 no sólo fue el escritor de Elizabeth: The Golden Age, una secuela de Elizabeth, sino también el productor ejecutivo. 

Ese mismo año el escritor estrenó un proyecto de su creación del que también fue guionista y productor ejecutivo: The Tudors. El éxito de la serie en torno a la casa real inglesa de origen galés, una coproducción británica, estadounidense y canadiense, dio pie a que Hirst se convirtiera en uno de los pioneros de las series de televisión históricas en la era de las plataformas por streaming.

The Tudors dio pie a Camelot, otra serie histórica en torno a la figura del mítico rey Arturo, pero pese a lo fastuoso de su producción y a la buena recepción que tuvo, Starz, la casa productora, la canceló luego de una temporada aludiendo diferencias con los protagonistas principales.

Hirst, empero, ya se había embarcado en otro proyecto ambicioso: otra serie histórica llamada Vikings que versaría en torno a Ragnar Lodbrok, un controversial héroe de Escandinavia cuya fama se cimienta en las incursiones, ataques y conquistas que llevó a cabo en Inglaterra, en las islas británicas y en algunas posesiones del Imperio Romano en la Europa continental.

Ragnar, su mujer Lagertha, su hermano Rollo, su amigo Floki, sus hijos, las mujeres de estos, sus enemigos, aliados y las decenas de personajes que aparecen en los 89 capítulos de las seis temporadas de la serie, dejaron de ser, a lo largo de los siete años que duró la proyección de la misma, personajes ajenos y desconocidos para las distintas culturas del Mundo que al día de hoy han visto Vikings.

Al igual que hicieron en su momento las gestas y sagas nórdicas para preservar la historia y las hazañas de sus protagonistas, así ha contribuido Vikings a la difusión de una de las civilizaciones más apasionantes de la historia de la humanidad. Una sociedad politeísta, en consecuencia pagana, con muchas taras de por medio y en consecuencia responsable de comportamientos primitivos, salvajes, que pese a ello y precisamente por ello, le sirvió para subyugar a pueblos mucho más adelantados que el suyo.

El acierto de Hirst es mostrar a Ragnar como el rey nórdico visionario que imaginó que más allá de Kattegat existían otras tierras y otras regiones susceptibles de ser conquistadas, pero al mismo tiempo como un gobernante cruel e inescrupuloso cuya sabiduría estaba emparentada inevitablemente con la barbarie. 

Los últimos diez capítulos de la sexta temporada de Vikings fueron liberados el pasado 30 de diciembre y con ellos ha concluido al fin la saga de Ragnar Lodbrok y sus descendientes. Sabremos que Bjorn Ironside no murió en la batalla contra los Rus; veremos a Ivar “el Deshuesado” revelar su verdadera naturaleza y enfrentar su destino; Gunnhild se nos revelará como la más improbable y mítica de las princesas nórdicas; Ubbe guiará de manera accidental, azarosa e improbable a un grupo de exploradores a una nueva tierra, y un personaje que suponíamos muerto reaparecerá de manera repentina y extraordinaria.

Y, dentro de todo eso, sabremos que mucho de la segunda parte de la sexta temporada de Vikings ya no se ciñe estrictamente a la formación académica de Michael Hirst, sino que se ha concedido algunas licencias para hacer ficción, poetizar, imaginar y novelizar la historia de aquellos habitantes de Escandinavia que decidieron viajar al Oeste en busca de tierras más propicias para vivir sin hacer la guerra a nadie.

Los finales siempre son difíciles, y muy pocas veces satisfacen a nadie: sean los de una historia de amor, de una amistad o de una serie de televisión. Lamento mucho el spoiler, o casi spoiler, pero tengo que decirlo: la última secuencia del último capítulo de Vikings ocurre durante un amanecer en algún lugar en las costas de Norteamérica

En dicha escena, Ubbe, el hijo de Ragnar, pregunta a su interlocutor: “¿Hicimos lo correcto en venir?” Él le responde: “¿Qué piensas tú?”

Sobre la línea del mar, en el horizonte del Océano Atlántico, el sol comienza a levantarse e ingenuamente uno piensa que todo comenzó en Kattegat. 

Si se piensa, es un poema escrito en el lenguaje del horror. 

Pero, diría Joan Manuel Serrat, un poema al fin.