Eran finales de los años 80 y la oferta televisiva de Latinoamérica básicamente apestaba, así que una irreverente y divertida serie como ALF, protagonizada por un extraterrestre devorador de gatos, refrescaba bastante la programación nocturna
Por DANTE GUERRA
Hubo un tiempo en el que nos sentábamos los lunes por la noche frente a la tele, para sintonizar Imevisión y reír a carcajadas con un extraterrestre muy cagado que provenía de un planeta llamado Melmac. Este alienígena peludo, que no medía más que un niño de diez años tenía una nariz como de oso hormiguero y se llamaba ALF. Era una mezcla entre E.T. y Los Muppets: tierno pero alocado, con un alto sentido de la ironía.
De hecho, el parentesco no era casualidad: Paul Fusco, uno de los creadores de la serie de televisión, trabajó años antes en el equipo de Jim Henson, el genio detrás de Los Muppets.
Eran finales de los años 80 y la oferta televisiva de Latinoamérica básicamente apestaba, así que producciones como ALF o La tercera roca del sol (ya en los 90) y La Niñera refrescaban un poco la programación nocturna. No es de extrañar tampoco que ALF se ganara el cariño de niños, pubertos y adultos. Tanto así que se popularizaron los peluches con su imagen y las playeras con su rostro felpudo.
En Melmac se llamaba en realidad Gordon Shumway, pero su nueva familia lo bautizó como ALF (Alien Life Form). Tenía ocho estómagos y por eso siempre estaba hambriento de gatos y pizza. A sus 230 años llegó al planeta Tierra debido a que su nave se descompuso. Fue “adoptado” por la familia Tanner. Y básicamente era un auténtico holgazán concentrado en el objetivo de “merendarse” a Suertudo, la mascota de la familia, porque resulta que para los melmacianos no había platillo más suculento que un minino (pero sin garras).
Memorable es el capítulo en el que ALF aprovecha que los Tanner no están en casa para parodiar una escena de la película Negocios riesgosos, esa en la que Tom Cruise baila en calzoncillos y canta con gafas oscuras la rola “Old Time Rock and Roll”.
Como memorable es también su recurrente frase de “No hay problema” o sus incansables intentos por cenarse al gato, pese a que toda la familia le advertía que no lo hiciera. Era como ver al Coyote persiguiendo al Correcaminos.
Quién no recuerda a ALF culpando al pequeño Brian Tanner de comerse todas las galletas o aconsejando a Lynn como si fuera su hermano mayor, también escondiéndose en la cocina de las visitas inoportunas o de Raquel, la vecina chismosa, mientras el matrimonio conformado por Willie y Katherine se la pasaba haciendo malabares para convencer a ALF de que no podía interactuar con extraños y lo complicado que es “encajar” en sociedad.
Esta serie tuvo cuatro temporadas, pero parecieron muchas más porque en Imevisión (hoy TV Azteca) las repetían y repetían e incluso hubo un tiempo en el que la programaban diario (aunque sin respetar el orden, generalmente). Pese a ese caos, por un buen rato, ALF fue un auténtico rockstar. Y si no, que le pregunten a los que regalaron o recibieron un peluchito de este copetudo alienígena.