Un entrenador estadounidense de fútbol americano es contratado para dirigir a un mediocre equipo de fútbol de la Premier League inglesa. Dicho a la inversa: algo así como contratar a Pep Guardiola para dirigir a los Bengalíes de Cincinnati. Con tal premisa, ningún aficionado de uno u otro deporte se animaría a ser partícipe de una trama como esa… ¿o sí?
Por ANDRÉS TAPIA
La premisa es muy simple, pero, al mismo tiempo, bastante idiota: un entrenador de fútbol americano colegial que condujo al equipo Wichita State Shockers al campeonato de la Division II de la National Collegiate Athletic Association de Estados Unidos, es contratado para dirigir al ficticio AFC Richmond, un mediocre club de la Premier League inglesa que está inspirado en el Crystal Palace. Dicho del mismo modo, pero a la inversa: algo así como hacerse de los servicios de Pep Guardiola para dirigir a los Bengalíes de Cincinnati.
Excepto tal vez el presidente de México, nadie en su sano juicio se atrevería a hacer una cosa o la otra. Es sólo que Rebecca Welton (Hanna Waddingham), la novel dueña del equipo británico en virtud al reparto de bienes que tiene lugar después de su divorcio, lo único que pretende es llevar al club a la ruina para de ese modo vengarse de su ex esposo, un magnate para quien el AFC Richmond –pese a su mediocridad– representaba la más sagrada de sus posesiones.
Es de esa manera que Ted Lasso (Jason Sudeikis), un estadounidense agradable, pero en apariencia muy simple y pueblerino, se hace cargo de un conflictivo equipo de fútbol cuya propietaria lo único que pretende es enviarlo a la división de ascenso para cobrarle de ese modo todas las infidelidades a su ex marido.
De manera improbable, al igual que Ted Lasso, Jason Sudeikis trascendió como actor de comedia luego de haber sido contratado originalmente como escritor para el programa Saturday Night Live. Tras algunas apariciones esporádicas como personaje incidental, Sudeikis se ganó un sitio estelar en el programa y a partir de ese momento su carrera pareció despegar.
Sin embargo, lo de Sudeikis, como lo de Lasso, ha sido demasiado lento. Más de una treintena de películas, una cifra similar de apariciones en televisión, y el hombre cuyo rostro –incluso maquillado completamente de color rosa– no destacaría en medio de una multitud, parecía condenado al fracaso.
Lo improbable, no obstante, no es imposible. Y aplica tanto para Sudeikis como para Lasso: hombres legos con alguna gracia, pero no tanta en ningún caso y que, sin embargo, al igual que el AFC Richmond, habrán de trascender su aparente mediocridad.
La producción estadounidense de Ted Lasso tuvo el acierto de impregnar de humor británico una comedia que, sin ello, no habría ganado cuatro premios Emmy. Londres es Londres, no Wichita, Kansas. Y, pese a ello, Ted Lasso parece haber llegado a su verdadero hogar por más que no se corresponda con su origen.
El fútbol y el fútbol americano son tan sólo un pretexto, aunque viene bien saber algo de uno y de otro deporte para apreciar más el valor de la serie. Y si bien en la mente de los escritores Ted llega a Inglaterra para darle una lección a los británicos, lo cierto es que él también recibirá una.
Ted Lasso recibió el premio Emmy a la mejor comedia, y aunque en rigor lo es, lo cierto es que los gags, las escenas chuscas y las carcajadas no abundan. Llegado el momento, el espectador interactúa con los personajes, se deja seducir por ellos, les muestra la lengua y los abofetea. Al final, terminará bebiendo con ellos una pint en The Crown & Anchor, el pub el que se reúnen los fanáticos del AFC Richmond.
Por supuesto, no se trata de llorar, eso es lo que menos tiene Ted Lasso. Pero algo tiene. Algo. Y por ahí, en algún momento, en realidad los menos y los mínimos, algo se atraganta en la garganta. Algo.
Sudeikis, Wannignham y Brett Goldstein (Roy Kent) obtuvieron los Emmy a mejor actor de comedia, mejor actriz y mejor actor de reparto, respectivamente. Y la serie entera fue designada como la mejor comedia en su segunda temporada. Es una lástima que hayan omitido a la maravillosa Juno Temple (Keeley Jones). Vendrán tiempos mejores.
Cuando faltan tres capítulos para la conclusión de la segunda, está firmada ya una tercera temporada de Ted Lasso. En los términos de una narrativa creíble, tendría que ser la última. Y, si lo es, entonces el AFC Richmond llegará al punto de acariciar el campeonato de la Premier League inglesa.
Dará igual si lo gana, o no. Ted Lasso nos habrá conducido hasta ahí y poco o mucho nos identificaremos con sus personajes: bobos, simples o superlativos. En cualquier caso, será imposible evadir al ficticio AFC Richmond, pero no precisamente por sus hazañas o la falta de ellas dentro de la cancha, si no por todo lo que ocurre fuera: en los vestidores, en las oficinas, en las calles aledañas al estadio Nelson Road y en los hogares de los jugadores y el personal administrativo.
Hacia el final del capítulo siete de la segunda temporada, poco antes de iniciar un entrenamiento, Ted Lasso, rodeado de su grupo de asesores, dice al equipo: “Vivir el momento es un regalo, esa es la razón por la que lo llaman presente”.
Si la premisa es cierta, hoy es un buen día para comenzar a ver Ted Lasso, una serie improbable, con una trama improbable y que, sin embargo, es absolutamente posible. ¡Bravo!